En tiempos difíciles, mantener una mirada esperanzadora sobre el futuro puede parecer un acto ingenuo. Pero la ciencia psicológica y la experiencia humana nos muestran algo distinto: el optimismo no es negar la realidad, sino elegir interpretarla desde la posibilidad en lugar del miedo.
¿Qué significa realmente ser optimista?
No se trata de ver la vida con “cristales color rosa” ni de repetir frases vacías de motivación. Ser optimista implica adoptar una forma activa de interpretar lo que nos sucede: darle un sentido constructivo a los fracasos, atribuir los logros al propio esfuerzo, y creer que el cambio es posible.
¿Qué historias te estás contando últimamente sobre tus errores o tus éxitos?
¿Te castigas o te das la oportunidad de aprender?
Optimismo como habilidad, no como suerte
Durante años se pensó que el optimismo era un rasgo de personalidad con el que se nacía. Sin embargo, estudios contemporáneos en psicología positiva han demostrado que, aunque la predisposición genética influye, el optimismo también se entrena. Martin Seligman, uno de los fundadores de este enfoque, demostró en múltiples estudios que cambiar la forma en la que nos hablamos internamente puede transformar nuestra salud mental y física.
Las personas optimistas no niegan la adversidad, pero no se rinden ante ella. Y eso las hace más persistentes, más creativas en la solución de problemas y más resilientes frente a la incertidumbre.
¿Por qué cultivar una mirada optimista?
- Mejora la salud mental: El optimismo reduce los síntomas de ansiedad y depresión, y puede actuar como un factor protector ante traumas y crisis, como demostró un estudio con soldados en zonas de combate.
- Fortalece el sistema inmune y cardiovascular: La ciencia ha comprobado que las personas pesimistas tienen un riesgo mayor de enfermedades cardiovasculares, mientras que las optimistas viven, en promedio, entre 6 y 8 años más.
- Aumenta la motivación y el rendimiento: El optimismo no es solo esperanza, es energía emocional orientada a la acción. Nos ayuda a persistir, incluso cuando no hay garantías de éxito inmediato.
¿Cómo comenzar a cultivar el optimismo?
Aquí tienes algunas estrategias basadas en evidencia científica:
- Reescribe tus pensamientos automáticos: Cuando algo sale mal, pregúntate:
¿Estoy interpretando esto como algo definitivo o como una oportunidad de mejora? - Hazte preguntas constructivas:
¿Qué puedo aprender de esta situación?
¿Cómo me hablaría si fuera mi mejor amiga o amigo? - Aplica el “diálogo socrático” con tus pensamientos negativos: Aprende a refutarlos con datos reales. Esto se enseña en terapia cognitiva y se ha demostrado que funciona en la reducción del pensamiento catastrofista.
- Celebra tus logros sin minimizarte: En vez de decir “tuve suerte”, reconoce tu esfuerzo.
¿Qué hiciste tú para que eso saliera bien? - Practica el agradecimiento consciente: En estudios de intervención positiva, escribir tres cosas buenas cada día mejora significativamente el bienestar.
Una mirada que transforma
El optimismo no es una fórmula mágica. Es una forma de sostenerte cuando todo tambalea. Es entrenar tu mente para que no corra directo al abismo cuando algo falla, sino que busque el punto de apoyo desde donde volver a empezar.
No siempre será fácil, pero sí será posible.
Y si alguna vez dudas, recuerda: no necesitas sentirte optimista para actuar con esperanza. Muchas veces, el acto de elegir una interpretación más amable ya es, por sí solo, una forma de comenzar a sanar.
Descubre más desde Ricard Guillem, Psicólogo Coach, 636705232
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