El tiempo no se conquista, se vive

Nos pasamos la vida intentando ganarle tiempo al tiempo. Apuramos los días, llenamos la agenda, respondemos mensajes mientras pensamos en lo siguiente. Vivimos como si estuviésemos corriendo una carrera. Y lo curioso es que ni siquiera sabemos hacia dónde.

Pero hay una verdad que se aprende, a veces a golpes—: el tiempo no se conquista. El tiempo se vive.

No todo es aprovechar, a veces toca habitar

Hemos interiorizado la idea de que el tiempo vale si se produce, si se rinde, si se capitaliza. Nos sentimos culpables si no “hacemos algo útil”. Como si el descanso, el juego o el silencio no tuvieran valor.

¿Y si el valor del tiempo estuviera en cómo lo sentimos, no solo en lo que hacemos?

No estoy diciendo que dejemos de tener metas, ni que no planifiquemos. Lo que digo es que vivir obsesionados con la productividad nos aleja del presente. Y sin presente, no hay vida que valga la pena.

El coaching y la relación con el tiempo

En muchas sesiones de coaching aparece esta tensión: “No me alcanza el tiempo”, “Siento que corro todo el día y no llego”, “Necesito aprovechar mejor mis horas”. Y claro, es comprensible.

Pero a veces, más que gestionar mejor el tiempo, lo que necesitamos es revisar nuestra relación con él. Preguntarnos, por ejemplo:

  • ¿Para qué quiero más tiempo?
  • ¿Qué me pierdo cuando solo lo lleno?
  • ¿Estoy viviendo mis días o simplemente sobreviviendo a ellos?

Tiempo vivido, no conquistado

La neurociencia del bienestar emocional nos recuerda que la sensación de plenitud está más ligada a la presencia que a la velocidad. El tiempo más valioso no siempre es el más largo, sino el más consciente.

Un café sin distracciones, una charla que te conecta, una mañana sin prisas. Esos momentos, aunque no figuren en ningún Excel, son los que luego recordamos como vida de verdad.

No corras más. Respira.

Este no es un llamado a que pares todo, sino a que bajes un poco el ritmo para no perderte a ti mismo/a por el camino.

El tiempo no es un enemigo al que vencer. Es un compañero al que mirar con atención.

Porque al final, no se trata de ganarle al tiempo. Se trata de no dejarlo pasar sin haber estado realmente ahí.


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