Hay una actitud que, aunque suele pasar desapercibida, termina condicionando profundamente nuestra forma de vivir: tomarnos demasiado en serio.
Puede que venga del entorno en el que crecimos, de un sistema que premia el control y castiga el error, o simplemente de una necesidad muy humana de hacerlo todo bien. El caso es que muchas personas viven en tensión continua. No necesariamente física, pero sí interna.
Y esa tensión, sostenida en el tiempo, acaba por desconectarnos del disfrute, del juego y del presente.
Las consecuencias de exigirnos tanto
Cuando la seriedad se convierte en norma, suele ir acompañada de otras dinámicas:
- Autoevaluación constante.
- Dificultad para improvisar o soltar el control.
- Miedo paralizante al error.
- Sensación de estar siempre “rindiendo cuentas”.
No se trata de no tomarse nada en serio, sino de dejar espacio para la flexibilidad, el humor y el margen de error, elementos fundamentales para una vida emocionalmente saludable.
Tres claves para cultivar una actitud más ligera
A continuación, comparto algunas estrategias simples, pero potentes, que han demostrado ser eficaces para introducir más ligereza en el día a día:
1. Anclas visuales que interrumpen el automatismo
Una frase colocada en un lugar visible puede tener más impacto del que imaginamos.
Mensajes como “No todo es tan grave” o “Haz lo mejor que puedas… y suelta el resto” pueden actuar como pequeños recordatorios que rompen la inercia mental del juicio o la autocrítica.
2. Entornos que invitan a respirar
Nuestro estado emocional está estrechamente vinculado al contexto.
Rodearse de personas o contenidos con una mirada menos rígida —desde una conversación con sentido del humor hasta una película ligera— puede ayudarte a flexibilizar tu propia mirada, a reducir la autoexigencia y a recordar que no todo requiere ser perfecto para tener valor.
3. Reconectar con la autoestima realista
Aflojar solo es posible cuando hay una base interna sólida.
Cuando aprendemos a reconocernos desde un lugar menos defensivo, empezamos a permitirnos fallar, equivocarnos, e incluso reírnos de nosotros mismos sin miedo a perder valor.
Esto no se construye de un día para otro, pero sí se entrena con pequeños gestos: no compararse constantemente, validar lo logrado, aprender a decir “no” sin culpa. Todo suma.
Una actitud más ligera no es superficial: es una decisión consciente
Aflojar no significa dejar de responsabilizarse, ni mirar la vida con frivolidad.
Significa elegir una forma más amable, humana y sostenible de caminar por ella.
Significa asumir que no todo se puede controlar, que el error forma parte del proceso, y que reírse de uno mismo no resta valor, sino que libera.
A veces, el verdadero cambio no llega al hacer más, sino al soltar un poco todo lo que ya no necesitas sostener tan fuerte.
Descubre más desde Ricard Guillem, Psicólogo Coach, 636705232
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.