Durante mucho tiempo se pensó que las emociones positivas eran un efecto secundario del bienestar psicológico: si alguien estaba bien, entonces aparecían la alegría, la paz o la satisfacción. Hoy sabemos que ocurre también al revés: cultivar emociones positivas puede ser un antecedente directo de mejores relaciones, mayor resiliencia frente a las dificultades, éxito profesional y hasta una mejor salud física (Fredrickson, 2009).
Las emociones positivas forman parte de nuestro día a día y no consisten en negar o tapar las negativas, sino en usarlas como recurso para manejarlas. Entre ellas encontramos la paz, la gratitud, la satisfacción, la esperanza, la curiosidad o el amor.
La investigación muestra que pueden experimentarse en tres dimensiones temporales:
- Pasado: emociones como la gratitud, el orgullo o la satisfacción se activan al recordar experiencias significativas y reinterpretarlas desde el aprecio. La gratitud, por ejemplo, amplifica los recuerdos positivos y fortalece la valoración de lo vivido.
- Presente: aquí destacan el placer (sensorial, breve) y la gratificación (cuando usamos fortalezas y virtudes en la vida cotidiana). También caben la alegría, el entusiasmo, la serenidad o la sensación de flujo.
- Futuro: se centran en la capacidad de proyectarse con confianza. Optimismo, esperanza o fe implican interpretar los acontecimientos de manera más constructiva, manteniendo realismo.
Estrategias basadas en evidencia para potenciar emociones positivas
Diversos estudios en psicología positiva han identificado prácticas que favorecen emociones positivas duraderas (Seligman, 2011; Lyubomirsky, 2007). Entre las más efectivas encontramos:
1. Disfrutar y vivir el presente
El disfrute no siempre depende de nuestro control: actividades que un día nos emocionan, otro pueden parecer neutras. Pero lo que sí está en nuestras manos es atender plenamente a la experiencia, tal como propone la terapia de aceptación y compromiso. Vivir el presente, sin distraernos, aumenta la probabilidad de saborear lo que hacemos.
2. Saborear (Savoring)
Se trata de abrirse por completo a la experiencia del momento, poniendo atención en lo que sentimos y eligiendo conscientemente en qué fijarnos. Saborear puede aplicarse al:
- Presente: notar el aroma del café, la música de fondo, la sonrisa de alguien.
- Pasado: revivir recuerdos positivos, compartirlos con otros, conservar fotos o contarlos en redes.
- Futuro: anticipar con ilusión un viaje o un logro.
Expresar lo que sentimos (reír, bailar, gritar de alegría) amplifica las emociones. Incluso recordarlas en solitario, sin analizarlas, puede intensificarlas. Consulta el artículo sobre Savoring
3. Escritura expresiva
Escribir sobre experiencias positivas mejora el estado de ánimo, fortalece la salud física y psicológica y aumenta la autocomprensión. No se trata de redactar “bien”, sino de volcar lo que sentimos con libertad.
4. Gratitud
Mostrar gratitud hacia alguien que nos ayudó genera emociones positivas duraderas. Estudios muestran que basta con hacerlo una vez por semana para obtener efectos significativos; hacerlo con demasiada frecuencia reduce el impacto por habituación. Una práctica poderosa consiste en escribir una carta de agradecimiento, aunque nunca llegue a entregarse.
5. Actos de generosidad
La generosidad no solo beneficia al receptor: dar aumenta nuestro propio bienestar. Pequeños gestos como ceder el asiento, ayudar en casa o escuchar a alguien de verdad generan satisfacción. Eso sí, conviene variar los actos generosos para que no se vuelvan rutina.
La compasión, además, ha demostrado eficacia clínica: reduce la autocrítica y la autoculpabilización, dos factores asociados al malestar emocional.
6. Responder constructivamente a las alegrías ajenas
Alegrarse de manera activa por los éxitos de los demás fortalece los vínculos. Celebrar con ellos, dedicar tiempo a escuchar, proponer formas de festejar o difundir sus logros crea una espiral de emociones positivas compartidas.
Otros ejercicios prácticos con respaldo científico
- Al final del día, anotar tres cosas por las que sentirse agradecido.
- Convertir pensamientos negativos en afirmaciones constructivas: “Hoy fue difícil, y aprendí algo para mañana”.
- Sustituir los “pero” por “y”: “Estoy cansado y orgulloso de lo que hice”.
- Identificar lo positivo en las personas cercanas y expresarlo.
- Antes de levantarse, preguntarse: ¿Por qué hoy puede ser un buen día?
Reflexión final
Cultivar emociones positivas no significa ignorar el dolor, la frustración o la tristeza, sino equilibrar la balanza con recursos que, científicamente, mejoran nuestra salud mental y física. Como señala la teoría de ampliación y construcción de Barbara Fredrickson, cada emoción positiva abre posibilidades, fortalece relaciones y expande nuestras capacidades para afrontar la vida.
Descubre más desde Coaching Valencia - Ricard Guillem Psicólogo Coach
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