Whitmore indica que el coaching consiste en desbloquear el potencial de la persona para maximizar su desempeño. La tarea principal es ayudarle a aprender, más que enseñarle.
El desarrollo profesional y personal implica, por encima de todo, un cambio, cambio en la forma de hacer las cosas, en los hábitos, la perspectiva y la propia forma de vernos a nosotros mismos. El desarrollo, en tanto que cambio, puede generar ciertas resistencias, especialmente cuando la persona no experimenta una necesidad acuciante, es decir, cuando en su zona de confort ha alcanzado un éxito moderado.
El coaching estimula el proceso de aprendizaje de las personas de una forma realmente significativa. Su valor principal radica en que promueve una conciente y activa participación del “cliente” en su proceso de transformación personal. Es decir que el cambio personal es determinado desde adentro y no dictado por agentes externos.
Ingredientes del coaching: las competencias
Las competencias son un buen ingrediente preparar el menú del desarrollo profesional y personal. Las competencias son comportamientos observables y habituales que conducen a una personal al logro del éxito en los objetivos que se propone. Tener más o menos desarrollas unas u otras competencias depende del conjunto de motivaciones, conocimientos y habilidades de la persona, sobre la base de su temperamento. Por ser comportamientos observables, las competencias se pueden medir y, lo que es más importante, se pueden evaluar.
Por otra parte, decir que son comportamientos habituales equivale a decir que son hábitos y, por tanto, se pueden modificar con mayor o menor dificultad, dependiendo de su arraigo. Esta distinción es importante porque posibilita el cambio. El temperamento o los rasgos de personalidad, aunque constituyen una información muy relevante para el proceso de desarrollo y el autoconocimiento, no proporcionan esta posibilidad.
La denominada zona de confort de una persona es en realidad un estado en el que uno se siente cómodo, no percibe ninguna necesidad de cambio de mejora, disfruta de una relativa tranquilidad y estabilidad y los pequeños desajustes o tropiezos se achacan siempre al entorno (locus de control externo): la mala suerte, la mala gestión de los demás, el destino, etc.
Diferentes circunstancias pueden hacer salir a una persona de su zona de confort: el consejo de buenos amigos, la pérdida del empleo, situaciones personales complicadas o similares, un reto profesional. Ante estímulos de este tipo, una persona puede pasar a un estado de ambigüedad en el que empieza a percibir la necesidad de cambiar.
A partir de ahí se inicia un proceso de autodescubrimiento y deseo de cambio que produce el desarrollo profesional y personal.
El primer paso para empezar un proceso de coaching profesional consiste en elaborar un diagnóstico a partir de una evaluación completa (autoevaluación y evaluaciones externas) de las competencias del coachee.
Uno de los riesgos que debe evitarse en la práctica del coaching es el de la falta de concreción, la ambigüedad o la arbitrariedad en la delimitación de las áreas de mejora o las fortalezas. Por esta razón es muy adecuado utilizar algún tipo de herramienta que permita medir, en cierto grado, y definir aquellos aspectos sobre los que se va a trabajar.
Instrumentos y métodos para saber mejor dónde estamos y a dónde vamos.
Balance de competencias
Myers BriggsTypeIndicator (MBTI)
Belbin (roles de equipo: sociales, de acción y cerebrales)
Thomas DISC
Personality and Preference Inventory (Cubiks PAPI)
Insight Discovery
360º feedback/feedforward
A partir de los datos obtenidos de esta evaluación, el coach elabora un diagnóstico que comparte con el coachee en las primeras sesiones.
A partir de tal diagnóstico, coach y coachee construyen un plan de mejora personal que recoge tres competencias a trabajar, especificando qué comportamientos concretos van a ser objeto de mejora y qué acciones se van a emprender conseguirlo.
Junto a las áreas de mejora, coach y coachee identifican también las fortalezas en las que se apoyará el coachee para conseguir sus objetivos. A partir de ese momento, comienza el trabajo en la identificación de hábitos negativos y puesta en marcha de nuevos hábitos.
Las sucesivas sesiones de coaching sirven para fortalecer la motivación y el compromiso del coachee, reforzar su conocimiento y entrenar las habilidades necesarias.
El coaching consiste en mover personas de un estado a otro: de la inconsciencia de sus áreas de mejora al ejercicio inconsciente de sus fortalezas. Este camino se consigue utilizando el diagnóstico, los planes de mejora y el seguimiento, junto a la voluntad y el compromiso del coachee. El conocimiento de este proceso y de las fases que lo componen es la base de la metodología que denominamos coaching.