El psiquiatra Fernando Sarráis incluye en su libro ‘Aprendiendo a vivir: el descanso» un decálogo contra el estrés.
1.Distraerse con actividades lúdicas, pues disfrutar es necesario para el descanso mental.
2.Desconectar mediante viajes, ya que la distancia física suele ir acompañada de la distancia mental.
3.Cambiar de actividad periódicamente, para descansar de una actividad con otra actividad que sea menos estresante.
4.Estar de buen humor: la risa va unida a un sentido más festivo de la vida y, por tanto, ayuda a desdramatizar las responsabilidades.
5.Pedir ayuda y consejo a personas del entorno: nos cansamos menos si repartimos el peso.
6.Delegar parte de las responsabilidades.
7.Confiar en los demás: la desconfianza lleva a un control excesivo y obsesivo del entorno, que es agotador.
8.Poner orden en el sentido de responsabilidad: dar más importancia a la responsabilidad de ser feliz que a la de ser perfecto o tener éxito.
9.No tratar de demostrar el valor personal con el cumplimiento exacto de cada cosa que se hace; el perfeccionismo es extenuante.
10.Aprender a decir ‘NO’ -sin sentirse mal- a nuevas responsabilidades mientras no se acaben las anteriores, porque tener COSAS PENDIENTES cansa más que hacerlas.
El descanso “depende de la realización de algunas actividades que promueven emociones positivas y neutralizan las negativas”. Entre éstas propone el ejercicio físico; disfrute de los sentidos, especialmente visuales (televisión, cine, fotografía, espacios abiertos …), disfrutar de imágenes bellas, olores agradables, temperaturas acogedoras, silencio o sonidos tranquilizadores, la música, el cine, la lectura, los juegos, excursiones y viajes, la contemplación de cosas ‘buenas y bellas’, como un paisaje, niños jugando, el mar…, la familia y los amigos, aficiones, fomentar la risa y el buen humor, las manualidades y los arreglos, la jardinería , las mascotas y animales de compañía, la meditación“.
“Hay que aprender a desconectar, que significa dejar transitoriamente de pensar, recordar, imaginar y sentir la responsabilidad por las tareas que se realicen”. “No sentirse el único responsable de la tarea (compartir el peso y delegar), aceptar con buen humor el fracaso en ese trabajo, no hacer depender el valor o el prestigio personal de la realización perfecta de las tareas, y desprenderse emocionalmente de la opinión que puedan formarse los demás cuando juzguen cómo desempeñamos nuestros trabajos