En el juego de la vida el ser humano tiene la doble condición de contexto «ser» y contenido «manifestación».
Lo que creemos que somos limita o expande nuestras posibilidades. Operamos en nuestras vidas identificándonos con el cuerpo, los pensamientos o las emociones. En la medida en que demos por cierto que somos alguna cosa, nos vamos a adherir, a identificar con eso y eso nos va a controlar. El ser que soy tiene pensamientos, emociones y un cuerpo, en cambio yo no soy mi experiencia, soy el que tiene la experiencia. Soy contexto, todo lo demás es contenido. Soy el que sostiene el con
tenido.
Las posibilidades existen cuando capto que no soy nada. Cuando entiendo que no soy nada todo es posible.
Si me quedo con la posibilidad de que no soy nada, hay todo, porque él único espacio que puede contener todo es la nada. El contexto que permite el todo como contenido es la nada.
Mientras sea algo no puedo se otra cosa, si soy algo, solo puedo ser algo, no puedo ser otra cosa, ese algo puede ser solamente ese algo. No hay posibilidad en ese algo, solo unas pocas opciones.
En los momentos de la vida en que todo funciona, es porque mi manera de ser era la que se requería. Pero lo que se requiere en la vida va cambiando. Cuando dejo de funcionar es porqué no estoy siendo el que tengo que ser.
“Cuando conocía todas las respuestas me cambiaron las preguntas” Benedetti
Nos podemos transformar, podemos ser de la manera que tengo que ser para lograr lo que quiero; porque soy nada, que significa que puedo ser todo, porque la nada es el único espacio que puede contener el todo.
El ser es un contexto, un espacio, no es una cosa. La distinción entre contexto y contenido permite que la relación que yo tengo conmigo mismo se transforme si yo paso a tener experiencias en lugar de ser mi experiencia.
Al experimentar mi ser como nada, puedo comenzar a comprender que soy todo. El contexto es todo. Si la mente me limita a algo, a su realidad, pierdo un potencial enorme de lo que la vida podría ser para mi.