Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa, ha ganado este sábado, la Concha de Oro de la 73ª edición del festival de San Sebastián.
En sus palabras de agradecimiento, la directora dejó un par de reflexiones que invitan a detenernos a pensar. La primera, casi un manifiesto: “La única certeza que tengo es que todos somos diferentes”. Una frase sencilla pero radical, que nos recuerda que la diversidad no es excepción, sino condición humana.
Y añadió algo que complementa esa idea con fuerza: “Querer entender algo no quiere decir validarlo”. Es decir, abrirnos a comprender al otro, escuchar lo distinto o incluso lo incómodo, no significa necesariamente estar de acuerdo. Significa reconocer la diferencia, darle un lugar, sin que eso implique renunciar a nuestro criterio ni a nuestros valores.
Unas verdades sencilla, pero profundamente transformadora.
Cuando olvidamos que somos distintos
Muchas de nuestras tensiones diarias nacen de una expectativa: que el otro piense, actúe o sienta como nosotros.
Esperamos que la pareja reaccione igual que lo haríamos, que un compañero de trabajo resuelva como lo resolveríamos, que un amigo ame como nosotros amamos.
Y cuando no ocurre, sentimos decepción.
El problema no es la diferencia.
El problema es olvidar que existe.
El valor de la diversidad
Aceptar la diferencia no es renunciar a uno mismo, es abrirse a comprender que el mundo se expande más allá de mis límites.
- Donde yo busco orden, otro encuentra creatividad en el caos.
- Donde yo necesito seguridad, alguien más se mueve con pasión en la incertidumbre.
- Donde yo hablo, otro escucha.
Cada encuentro con alguien diferente es un espejo que me invita a descubrir matices de mí mismo y a crecer.
Cuando el rechazo se convierte en herida social
Negar la diferencia puede parecer inofensivo en lo cotidiano, pero llevado al extremo se convierte en racismo, xenofobia, homofobia, aporafobia, sexismo, capacitismo, edadismo, y tantas otras formas de rechazo que hieren profundamente nuestra convivencia.
Todas ellas son expresiones radicales de un mismo patrón: el miedo al otro por ser distinto.
Recordarlo nos ayuda a tomar conciencia de que cada gesto de apertura suma, y cada juicio o exclusión también alimenta un sistema que empobrece a todos.
El resultado de aceptar la diferencia
Cuando dejo de resistirme a que los demás sean distintos, recupero energía.
En lugar de frustrarme, aprendo.
En lugar de imponer, dialogo.
En lugar de cerrarme, me transformo.
Aceptar que somos diferentes no nos aleja.
Nos acerca, porque nos permite relacionarnos desde el respeto y no desde la expectativa.
Quizá la vida no nos da muchas certezas, pero esta sí: nadie es como yo, y ahí está la riqueza.
Prácticas para integrar esta certeza
El coaching puede ayudarte a entrenar esta mirada para vivir con más apertura, menos conflicto y más autenticidad.
- Observar sin juicio.
La próxima vez que algo de otra persona te incomode, pregúntate: ¿qué parte de mí está reaccionando aquí? - Escuchar con curiosidad, respirando para gestionar la impulsividad.
Haz el esfuerzo consciente de comprender qué hay detrás de las palabras o el silencio del otro. - Ampliar tu mapa mental.
Recuerda: tu forma de ver el mundo no es la única. Haz el ejercicio de describir una situación desde la mirada de esa otra persona.
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