A menudo escuchamos frases como “la autenticidad no se entrena, simplemente sale”. Y es cierto, en parte. Ser auténtico tiene que ver con lo espontáneo, lo genuino, aquello que nace desde dentro sin filtro, sin pretensión. Es esa versión de ti que no está intentando gustar, demostrar, controlar ni competir.
Pero aquí viene la pregunta que el coaching se atreve a hacer:
¿Y si eso que “simplemente sale” está lleno de miedo, de máscaras aprendidas o de automatismos que ya no te representan?
Porque sí, la autenticidad sale, pero sale desde donde estamos. Y muchas veces, ese lugar está lleno de capas que ni siquiera hemos cuestionado.
Desde el coaching no se entrena la autenticidad como una técnica rígida, pero sí se cultiva y desarrolla como una fortaleza de carácter. Se le da espacio y se la nutre con experiencias que conectan con nuestros valores, con prácticas que reducen las capas de miedo y con reflexiones que nos devuelven a lo esencial de quiénes somos. Se la invita a salir a través del silencio, de la escucha interna, de preguntas que van más allá del “¿qué hago?” y apuntan al “¿quién estoy siendo al hacerlo?”.
¿Qué ocurre cuando entrenas el coraje de decir no?
¿O cuando practicas mirarte con compasión en lugar de exigencia?
¿Qué aparece cuando te permites fallar sin que eso defina tu valor?
Ahí, en ese tipo de entrenamiento emocional y relacional, se va despejando el camino para que lo más auténtico de ti aparezca. No porque lo fuerces, sino porque te liberas de lo que no eres.
Entonces sí, la autenticidad sale, pero sale cuando se siente segura, cuando dejamos de juzgarla o esconderla. Y para eso, hace falta un proceso, una práctica, una compañía que te ayude a ver lo que a veces cuesta ver solo.
Ese es uno de los grandes regalos del coaching: no se limita a devolverte a quien has sido hasta ahora, sino que te invita a expandir el observador que eres. Te acompaña a reencontrarte con tu esencia y, a la vez, a abrir espacios para nuevas formas de ser y accionar que antes no veías posibles. Es como sacar brillo a lo que ya estaba, y también dar forma a aquello que aún no ha emergido, liberándote de tantos “deberías”.
Si estás en ese punto donde quieres reconectar con quien eres —más allá del rol, del deber o del miedo—, estaré encantado de acompañarte.
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